martes, 25 de agosto de 2009

Debajo de tu piel

Busca las llaves entre la miseria de la vida,
Búscala entre los papeles quemados de la noche anterior,
Deja esa vida al cerrar la puerta, deja la ventana abierta,
Deja correr el aire en tu cabeza.
Deja al océano murmurar,
Deja los peces llorar en sus lágrimas,
Deja al caballo comer su dulce miel,
Deja a tu padre, regálale una foto de tu niñez a tu madre,
Deja a Dios que reine en su sueño,
Deja a Jesús elegir sus clavos,
Deja una vida en las puertas que rodean tu pasado,
Deja a los hombres reventarse las cabezas en los subtes,
Y deja al bebe dormir entre la basura.
Consigue unos pesos, baja al subsuelo, cómprale un collar indígena
A la señora que babea en las esquinas.
Busca las llaves.
Busca un bar, donde aquellos borrachos no les importan si entraste o saliste,
Compra un buen vino, saboréalo, deja caer algunas gotas en tu remera,
Déjale propina al camarero que te vio entrar y soltó una entupida sonrisa.
Sal de bar y escucha los pájaros volar, a los pájaros comer los dedos de los viejos
Solitarios, y cuando caiga el sol, ve al mar, desnúdate y empieza a nadar,
Deja que los peces rocen tus tobillos,
Deja el mar hundirse en tus latidos y sabrás porque
Los peces lloran debajo de tu piel.

viernes, 21 de agosto de 2009

"...relativamente joven"



Si ves, desde lo profundo de tu cama,

un caracol posarse en tu oído, ignóralo

mira tus pies, enredarse con tus rizos oscuros

mira tus dedos que tratan de escaparse hacia el sol

mira tus ojos, a través del espejo del baño, y sentirás que te mienten

mira el contorno de tu cuerpo, miralo si puedes, porque las sabanas blancas te están devorando.

Si escuchas al caracol murmurar, cállalo, y sentirás que el mundo se colocarà adelante de tu sombra

mira tus dientes, saboreando la naranja que rodó hasta tus tobillos, saborea hasta que tu boca se dilate, hasta que vomites pequeños tesoros desde lo profundo del paladar.

Si el caracol te babea desde su alma, ignóralo y desaparecerá, se deslizará,

si por alguna razón el caracol te empieza a escuchar, dile tus secretos, tus miedos, tus vicios, dile que subirás por las rocas del mar y que te sentarás, con una botella de vino, a mirar las estrellas hasta extinguirse y volverás a mirar el sol, que te espera cada mañana.

El caracol no te dirá nada, no tiene tiempo para hablar, ni caminar, ni correr, ni descansar,

si todavía el caracol sigue en tu oreja, ignóralo,

y si sigue estando ahí, solo será una sombra que opaca la luz de tus ojos.

miércoles, 19 de agosto de 2009

A los ojos



¿Qué esperar de las cenizas en la muñeca de tu antebrazo, grises, extintas?
Los pequeños arroyos atravesando todo el parque por un camino oxidado de vidrio, tan cristalinos como la piedra mas pura. Donde mi rodilla izquierda cae un día de verano, corría detrás de una persona, y este mismo corría detras de otra persona. Sobre un zapatito rojo de un nene encerrado en una bolsa negra con pilas quemadas.
Entre los rifles clavados en la infértil tierra con una hermosa flor naranja en la punta del arma, sobre el olimpo, creciendo en cada suspiro de Ella esperando al frente del estanque con patos flotando en aguas marrones y brillosa. Mi pierna sangraba en una río de sangre, desembocando en el pasto. Unas manos huesudas me aproxima hacia un bar, adelante de la puerta. Un hombre que salía del bar me grita:
-Cuidado con la perra, ¿ese perro viene con vos?-.
-No-. Respondí, mirando a la perra entre la puerta y la pared extrañamente pintado en tonos vivos. Entre al bar, había demasiada personas, me acerque a la barra, una voz me irrumpe la mirada: "Un tinto vendría bien, traje algunos pesos". "No hay problema"
me acuerdo de asistí. Tiene un aspecto raro en la cara, borrosa o algo parecido, se aburrieron de mirarlo. Una mujer gorda se me acerca desde la otra punta infinita de la barra, tenia puesto un traje de enfermera, un gran mantel blanco con salpicadura de sangre. Desde el cuello hasta las puntas de los tobillos.
-¿Que vas a pedir?-.
-Déme el vino de 35 pesos y dos vasos.
Mire hacia el alrededor, en cada cabeza de las persona había arroyos de cristales, destruyendo sus maltratados rostros. Nos fuimos a sentar en las sillas bajas, al lado del patio. En el escenario de madera, parecía un espectáculo, pero nadie hacia nada. Eran dos hombres, uno con la boca cosida con hilo blanco y con un muñeco de madera en su rodilla izquierda y el otro hombre tocando una flauta de piedra, que reproducía los mas íntimos sonidos del océano. Se ahoga en cada suspiro. El muñeco era algo dócil, incluso inteligente. Poseía un rostro fantasmal, la nariz caía en toda su boca, el lado derecho colgaba como una ladera con basura. Expulsando cadenas de hierro sobre el cuello de la mama y de su bebe que paseaban sin darse cuenta por aquel camino. Tenia el orificio del ojo derecho vacío. Las personas hablaban con rapidez, moviéndose en espasmos. El muñeco empieza a largar algunos sonidos con lentitud. Su lengua se entierra en su húmeda palabra con lentitud.
Los sonidos de la flauta llegaban a su mayor brillo, los espasmos de las personas aceleraban, parecía que terminarían rompiendo la cabeza contra el piso, pero de sus bocas salían pequeñas charlas con voz apagada. El muñeco murmura: "No le digan a nadie que estamos así". Desde lo profundo del oído escuche el tal río de sangre que goteaba desde mi rodilla, tenia la copa en mis dedos. Hundí en mi paladar aquel lugar con todos sus personajes y vicios de la pálida luna con la sangre del propio Jesucristo que contenía la copa desde la punta de mis dedos en el río de brillantes cristales. Ya tenia varias cicatrices en la pierna, en el brazo y en la cabeza que me importo muy poco, seguí caminando por el pasto, donde los pobres viejos leen sus pobres vidas en aquel diario podrido por el tiempo, disculpen, viaje durante todo la noche y la carretera seguía creando abismos de arena y polvo. La vi de lejos, vi sus ojos, como en una noche reflejada por la deslumbrante sol de las velas. Sin duda todo ese panorama se disolvió, hundiéndose en el adentro, en mi húmeda boca, escuchando cada suspiro de Ella esperando al frente del estanque con patos flotando en aguas marrones y brillosa.

martes, 18 de agosto de 2009

lunes, 17 de agosto de 2009

Percance

la vi en noches, en noches con lunas claras o totalmente ahogada por la lluvia.
en realidad aquellas palabras no significaron nada,
figuras solares blancas y negras,
no es momento para los grises.
cuando me di vuelta ya no estabas,
solo buscaba la mirada del adios entre los dos.
quiero ver a que sabe tu olvido,
sin poner mis ojos tus manos.
igual los vi,
vi tus ojos sumergirse con aquel sol perdido en la penunbra de nuestas cabezas,
como un laberintos de corales,
iluminado,
transluciendo las hojas secas de los arboles altos.
tus palabras la hundi en aquellas hojas,
brillosas como la primera brisa de viento en mañanas otoñales...
y no puedo dejar de pensar tus ojos ahogandose en la luz del sol,
aunque este sol habia desaparecido
en el espejismo del cielo
iluminado

martes, 11 de agosto de 2009

Alimento de un hombre solitario



Estaba temblando,
los ojos cristalizaron en lagrimas,
su antebrazo sangraba.
Borro algunas palabras de su mente,
las únicas que permanecían en su cabeza.
Se sentó en el frío e oscuro mármol del del piso del baño,
la sangre corría de su brazo,
una marca morada latía frenéticamente,
arriba de las tres líneas ardientes.
Pensó, no había nada que pensar.
Cerro sus ojos,
se mantuvo abrazado a sus rodillas,
lo escucho nombrar anteriormente como un insignificante insecto
comparado con la infinidad del universo.
Soltó el cigarrillo, sus dedos ya no resistieron.
Las personas no piensan porque él trata de escapar de ellas.
No,
en realidad no hay escape.
Lloro un rato,
vomito en el inodoro,
también de sus boca caían lagrimas.
Lagrimas que no podrán inundar el pequeño hueco de su cerebro,
que nunca podrá cicatrizar,
tampoco un millón de palabras en ranuras de puertas oxidadas,
o bolsas con niños pudriéndose por el frío viento de las mañanas.
Pero aquel hueco,
en el cerebro,
es mas audaz e inteligente que el propio Ser de cada uno,
aquellas estupideces son importantes para sentirse presente
en un mundo que se destruye cada segundo
(hoy el mundo no esta peor que ayer)
¿Quien puede hablar de sentimientos si nunca los tubo?
pero algún día los tendrá,
pero hoy es ausencia.
Quien podrá decirles cuantas botellas ha roto,
si no pudo escuchar aquellos suaves vidrios estrellarse con el papel
de las calles malgastadas de la cuidad.
Lo único que le queda es plantar jazmines bajo la suave brisa de invierno,
porque las lagrimas son fruto de vida,
de pureza magnifica.
Ya que lo único que pudo juntar en aquel bosque
fueron semillas de dichas flores.
Que crecerán en algún futuro pero no sabe que pasará ya que la vida,
al fin y al cabo,
es el instante que registramos cada segundo con nuestros pálidos ojos,
aquellos ojos cristalizados por la lagrimas,
que ayudaran para que nazcan los maravillosos jazmines,
tan bellas jamás visto,
en la profundidad de su vacío.

domingo, 9 de agosto de 2009

Un pájaro sobre el faro

¿Qué es un hombre sentado al lado de una mujer?
percance

¿Qué es un hombre besando a una mujer?
percance

Ella lo miro,
él miraba hacia la cegadora línea de luz,
entre aquellos árboles, que tapaba su cara

Ella le pregunto:
¿Sabes dónde estás?

el apago el cigarro contra el húmedo pasto, verde, (vencido) de la plaza. y respondió:
no sé, pero lo único que sé, es que estoy en el lugar que quiero estar.

Ella lo beso directamente en la boca, él también

Ella desato su pelo (piruetas como un denso circo, con leones viejos y hombres torpes) y coloco la colita en la muñeca del brazo izquierdo de él.

Él tenia una cintita roja, lo había sacado del paquete de galletitas, también lo coloco en la muñeca del brazo izquierdo de ella.

Se besaron un largo tiempo,
el sol se escondió en la línea delgada de la vista

¿Qué es en realidad un hombre besando a una mujer?


un pájaro gris posado sobre el faro

sábado, 8 de agosto de 2009

Yonqui



Solía pincharme cada 30 minutos o cuando el mono me prepaga por la columna. Luego de ese acto me amor me tire en el piso y sentí fluidos irregulares pasando por la vena muerta del brazo. Era tanta la desesperación que podía tocarme la carne con mis dedos.
Mi cara recaía como una colisión entre planetas. Se derretía como lava cayendo hacia la boca negra y con llagar rosadas de Jesucristo.
Los brazos se deformaban en mutaciones raras y perversas. Mi suspiros se aceleraban, una gota caía en mis labios azules.
Destinas especies aparecían en mis brazos, una figura negra y repulsiva iba tomando forma.
Cabeza negra con dos ojo rojos como rubíes, un cuerpo duro y con pequeños pelos marrones, millones de patas peludas, una boca con dientes rabiosos.
Lengua pervertida trascurriendo saliva negra con un hedor enfermizo. Eran dos largos ciempiés.
Me vi prisionero de fantasmas volando por cada rincón de mi habitación esperando que alguno de nosotros cayera,
buitres revoloteaban bajo el sol radiante y ruidoso, buscando carne viva y letárgica.
Solitario como cucarachas en bolsas de basura comiendo mierda como algunos especies con pantalones.
Veía como se llenaba de agujeros oscuros tragándose todo lo que quedaba en mi alrededor.
Los bichos que tenían como brazos empezaron a reaccionar devorándose uno al otro.
El bicho izquierdo tenia mas audacia, era mas sanguinario y violento,
la derecha cae destripada goteando un liquido parecido al pus.
Trato de tomarlo como una reacción alérgica, pero...
-Acá sobrevive el mas fuerte- Me dijo mi brazo izquierda.
Un pequeño momento de lucidez reacciona, ya era tarde y tenia que encontrarme
con Lucy en algún antro para discutir algunos asuntos.
-Estarás mejor conmigo- me dijo el ciempiés. Miro hacia una jeringa que estaba en la mesa.
-Viólame-. me dijo con voz impiadosa.
Queme el eucodal, lo llene en la jeringa, introduje la aguja en un orificio del espectro y saque una pequeña línea negra
y me lo inyecte. Ya era instintivo, los movimientos eran voluntarios.
Con vos baja y muerta le pregunte:
-¿Quién sos?
-Podría llamarse...tu alma...por lo visto no me creerás-.
-La puta madre, no estoy para hablar con "mi alma"-. Esta confusión me esta matando.
Me prendí un cigarro y le dije:
-Me tengo que ir-.
-Acompáñame y te dejare solo- Repetía, dejando un manto de eco surrealista.
Agarre un pulóver, empezaba a moverse, como tratando de respirar, el frío siempre complica las cosas.
Intente ponerlo, la tela picaba, me dejaba pinchazos como la de una abeja. Todo se volvió oscuro.
Mi mano derecha, toda destripada, colgaba del orificio del pulóver donde debería ir la cabeza. MI brazo
izquierdo quedo libre y mi cabeza en la manga izquierda. Todo es desesperación. Escuchaba los insignificantes
ruidos de las ratas en mis pies.
-Es ahora donde podrás pensar-. Me dijo el insecto.
No hice nada...¿Habrá colores, personas, universo o solo materia gelatinosa y jugosa en nuestras cabezas?
¿Pequeños mundos jalando una realidad repulsiva y deprimente. Se reflejara un mundo perfecto en la mierda donde vivimos o solo un conjunto de singularidades?
No dije nada mas, no porque no sabia de decir sino que mi lengua se paralizo. Mis dientes se tornaron muros
de concreto reteniendo cualquier palabras posibles.
Todo era desagradable. Mi mano izquierda sacaba unos tentáculos y empezaba a succionar mis fluidos del cuerpo, mientras
habla de inmensurables relaciones entre un ciempiés y un fantasma. En la oscuridad de mis ojos, imágenes vacías colgaban
en árboles de naranjas. Bordeado por fetos bailando a su alrededor. Unos ojos me miraban a través del reflejo de mi mirada.
un ente oscuro y escamoso susurraba en mis espalda con ansias de desatar algún siniestro en el medio del océano.
Verde, brilloso y fresco. palmeras por acá, jeringas por allá. Peces pescando humanos en la playa honda. Ratas jugando al voley, Yonquies devorando los sueños. Bajo el cielo topado por millones cucarachas volando. Dos niñas construyendo
un castillo de arena, arena muy fina y perfectamente húmeda, sonriendo y dilatando la brisa de la playa. Un monte de agua
se arrimo por el alba destruyendo estrellas y noches. El castillo paso a ser arena mojada y espuma, las niñas deformaron
en masas de carne bailando y saltando con los peces. No faltaba mucho para que llegara a mis ojos. Como una
gran empresa destruyendo todo. Sentí el ciempiés estirándose y convulsionando, me dijo:
-¿Estas listo?-
Fluidos celestes destrozaban mi cuerpo, reaccione con cerrar los ojos.
Asome la mirada hacia el abismo y una voz dulce y peculiar se aproxima en mi mente:
-Llegas media hora tarde-.

jueves, 6 de agosto de 2009

Pastillas*

Paso la noche.
Al día siguiente se levanto temprano, me toco el hombre y extendió el brazo hacia donde me encontraba tirado, abrió sus dedos, anteriormente hizo un pequeño ruido con una bolsa, abrió sus dedos, en su palma tenia dos pastillas.
-Cuidado con esto-. Me dijo. Anteriormente le pedí un par de pastillas, pero no imagine que me las daría.
-¿Te acordaste?-. Le sonreí gentilmente
-No sé, ¿Porque me pasa esto a mi?
-Lo siente.
Me acuerdo de su rostro, no llevaba nada adentro, como si en su adentro es oscuridad y ecos malignos. Tenia la mirada perdida en aquellos ecos que solo él escucha. Se rasco en su brazo derecho, donde, hace cuatro meses se había cortado en su casa, mientras su padre dormía arropado con sus miserias.

*Dedicado a Gabriel que mira desde el sur

Habitación



Las botellas hacian mas ruido, al caerse, que nuestras propias bocas aullando entre los espejos de la habitación.
Desde la ventana, fumaba su pipa, creando burbujas marinas, con tulipanes en su reflejo.
Explotaban al tocar aquellos labios palidos, parecia un dejavu, pero en realidad no lo era.

martes, 4 de agosto de 2009

Cáncer

Me sentí estúpidamente enfermo, adelante de una maquina escribiendo una respuesta a una pregunta que no logro recordar. Intente fijar la hora en aquel reloj blanco, perfectamente redondo, pero estaba ligeramente rajado, marca las 4.25 de la madrugada (siempre son las 4.25 de la madrugada). Termine de escribir aquella respuesta, me costo levantarme, sentí el cansancio absoluto de mi cuerpo. Las sillas, la mesa, la puerta y la oscuridad se mezclaron en un impaciente vacío. Caí duramente al piso de madera, empecé como a levitar a unos pocos centímetros del suelo, aquel cuerpo (mi cuerpo) yacía horizontal. Percibí el temor en mi espalda, misteriosamente me hundí en el suelo, verdaderamente quise llorar, pero una parte de mi lo impedía. Intente gritar, pero como en todas las pesadillas esos gritos eran inexistentes. En vez de producir algún ruido, de mi boca salían pequeños conejos enfermizos, con los orbitas de los ojos desorientados, las pequeñas narices rosadas y los dientes pálidamente blancos. La tenua luz de la maquina refleja el sutil techo que se aleja en cada intento de grito, me sentí estúpidamente enfermo. Me hundía mas y mas, pero físicamente estaba en la misma posición en aquel mugriento piso de madera de la casa. Sin esperarlo, tampoco, sin intentarlo me levante, como si nada hubiera pasado. Físicamente ese suceso era inexplicable y poco razonable. ¿Quien dice que es razonable o no? Volaba de fiebre. Aquellos vacíos han desaparecido, se habían quebrado cuando intentaba gritar en el suelo. Los pequeños conejos se refugiaron en las pequeñas fisuras que sobresalían de mis venas.
Salí al patio, seguramente para buscar agua para tomar, o para mojarme la nuca, pero no, me detuve a mirar hacia la penumbra del cielo. Como siempre esta la luna, tan cerca de la palma de la mano. El toldo cortaba en tajos la cara de la luna, igual seguía iluminando. Me dirigí hacia la habitación de mis padres, para preguntarle donde están las pastillas que me ayudarían a bajar la espantosa fiebre. Me sentí estúpidamente enfermo. Dos bultos inmóviles tapados con una frazada hasta la cabeza, (boca abajo) se les veía los pocos pelos que salían de las sabanas y la almohada. Les toque la espalda, ligeramente, oí el opaco chillido de los conejos en la oscuridad, los mire, sus ojos brillaban con un color extremadamente rojizos. Golpee el suelo con el piel, se asustaron y regresaron en el abismo que salía de mi brazo izquierdo. Voltee de nuevo hacia mis padres, pero la cama y ellos no estaban, solo mas madera podrida. Sentí una especie de percepción absoluta, los objetos se hundía en su propia proporción. Parpadee, sentí mi parpados quemarse con mi temperatura corporal. Desde afuera se podía escuchar el retroceso de una ola. Salí al patio de nuevo, el lugar se volvía a vaciar, se mezclaban y mutaban, desaforadamente. Caí lentamente al suelo, otra vez trate de gritar, no salio ningún sonido, tampoco conejos. Me hundí en el ligersico suelo de piedra caliza del patio. En la penumbra del cielo vi un objeto metálico, la luna lo iluminaba vagamente. Era de un color ceniza, mas bien negro. De su frente destellaba el color azulesco del mar que se acercaba furiosamente por las calles bajas de la cuidad. En su contorno desprende un verde fosforescente, se movía con gracia, se balanceaba como un murciélago. Me ahogue en su presencia. Tenia los labios con sabor a sal vieja por la densa espuma del mar, entre las profundidades, la luna no ilumina como noche anteriores. Recordé aquella pregunta de minutos antes, miro de nuevo el reloj ligeramente tajado, me sentí estúpidamente enfermo.

lunes, 3 de agosto de 2009

Llora cuando descances

Escucho el relajante sonido del mar, tal como una noche desquiciada. El viento levanta grandes olas que rompen en la próxima arena en millones de cristales
-Vení para acá, Fran, mira mi castillo!-. grito Flor en lo profundo de la playa, Mi mano automáticamente soltó el caracol que había recogido a escasos metros, se hundió en la pulsante arena, la agarre nuevamente y la tire al mar, adonde el sol ilumina ferozmente. Corrí hacia ella, los dorsos desnudos, el sol y la inmensidad del mar vacío mis vista, borrándola estúpidamente de mis ojos.
-Fran!...acá!-. Estaba parada, levantando los brazos con el pelo suelto. no arranque la mirada de ella.
-¿Que paso?-. Pregunte
-¿Con que?
-Tenes mas pecas-. No paraba de reírme
-Cállate pelotudo-. Se río en lo profundo del alma. -Mira el castillo que hice, si hacen una competencia de castillos de arena, seguro que lo gano-. Dijo con los ojos semi abierto por la profundidad de la luz amarillenta.
Siguió hablando:
-Hay que hacerlo mas grande para que los cangrejos vivan mas cómodos, hasta que una ola oscura se lo lleve todo de nuevo al océano.
"En la noche cuando la luna es reflejada en la superficie marina, en la noche cuando lloras antes de dormir, en la noche cuando el todo y cada uno de ello vuelve al océano, en la noche cuando lloras entes de dormir" pensé, pero en cada rose que aparenta ser intencional, en cada roses de sus dedos con mis dedos al poner los caracoles en la arena, repentinamente, lo olvido.