lunes, 26 de marzo de 2012

Para un amor que nunca fue.

Nos dijimos buenas noches, pero aun era de dia y dormiras,
pienso en los sueños en tu cabeza, mientras que cocino a tu hermana
en el horno.
Sera el pic nic que nunca fuimos, te lo perdiste,
esta tarde tomamos vino rosado, te lo perdiste.
La carne estaba algo quemada, pero igual
lo disfrutamos, la nalga sabia a petalos de mandarina,
y ya no estabas. Hay algo que no podemos, olvidar,
somos almas libres, pero aun asi, no podems salir
de nuestros cubos de concreto, esa tardecita,
tenia ganas de vomitar, y no fue por el vino
sino por la carne que estaba en mal estado,
si aun crees en el amor, buscalo,
porque el amor no desaparece, sino que
cambia de lugar.
-¿como que has cocinado a mi hermana?
-No te preocupes, a nadie le gusto.
-¿como se encuentra ella?
-oh, mejor que nosotros creo.
-¿como que crees? siempre delirando, vas a terminal mal.
-si tenes razon, nunca tuve que cocinar a tu hermana.
-¿Sos idiota?
-te veia tan tranquilo al dormir, que no quise despertarte, aun asi
tu carne tampoco parece apetecible.
-Si, es cuestion de herencia.
ya no habra tardes de pic nic.

viernes, 16 de marzo de 2012

Una historia triste de amor enfermizo.

Durante los días de noviembre la niebla empezaba a mezclarse con las partículas de ruido que flotaban con el viento, cuando la zonda proveniente de Wuinler la cuidad natal del joven German, el aire se poseía volátil, el ruido es inusual, hay quienes no oyen tales ruidos intensos pero eso no le sucedía con Candela que, cada mañana despertaba llorando y totalmente sorda de los ruidos que inunda la habitación. Cada mañana muerta en que Candela se levantaba a punto de explotar, German llegaba con su Ebrug, a veces, depende de los gritos de Candela, entraba a la habitación con el artefacto despierto, otra veces lo despertaba al ver a Candela señalar los motores existenciales que explotan destilando un agudo y estridente ruido. Luego cuando atrapaba a cada ruido, con una membrana negra lo expulsaba por la ventana, produciendo el caos de la ciudad, sabían que esta ahí, pero nunca el caos de afuera había llegado a las profundidades de Candela. Ese mediodía, Candela había pintado un hermoso paisaje que había soñado esa noche, mientras German leía en la cocina.
German conoció a Candela en un seminario de literatura, una tarde lluviosa Candela había leído un cuento triste de amor enfermizo, German escuchado con mucha atención, fue una historia melancólica, desconocida le recordó esas tardes de domingo en su vieja casa. Su relación es muy extraña, aun así como toda relación donde las dos personas están consumidas en sus pensamientos instantáneos. Se entendían en el silencio, a veces German leía en voz alta, con algo de dificultad, mientras Candela pintaba lo que imaginaba al escucharlo.
Luego de terminar de pintar lo que soñó, Candela se acerca a la ventana y señala al cielo, un hombre en la calle, camina y la mira, ve el dedo y queda con un sentimiento de extrañes, German se acerca.
-Solo los idiotas ven el dedo que apunta al cielo. –murmura Candela, luego un aparente rugido en una vértice de la habitación, despeja la mirada del cielo a Candela y se voltea, es un geko mirando desorbitado detrás de un estante con libros.
-¿Qué hará un animal acá?
-¿Queres que lo suelte?
-No, es lindo, y su rugido es lo bastante relajante.
-¿Queres algo de té?
-Seria bueno.
German fue a la cocina a hacer algo de té, Candela se acostó y se tapo preocupada, mira a todos lados como si algo estuviese a punto de hacer ruido. En minutos de silencio, el agua hirviendo condesa en aire y el fluir del agua caliente perpleja de algún modo, la habitación en un pantano lleno de colores flotando en el aire. El agua se establece en un punto medio. German sirve el té en las tazas, las lleva a la cama, donde esta Candela, respaldada por una almohada en la pared.
-Gracias.
El artefacto forma ya parte el panorama, con su coraza gris y su bolsa aterciopelada de saliva, sus brazos de un color infierno, el aparto que sustrae se desprende de su estomago, parece un órgano mecánico, esta cargando energía suficiente para otro ataque de ruido, y de ese órgano mecánico sale un as fosforescente que golpea en el techo. Candela toma algo del té, y mira por la ventana, y solo ve el cielo y unas nubes transparente, deja la taza en un costado, y se apoya aun mas contra la pared, había algo que le preocupaba, y era las nubes que venían arriba de su techo, cerca de la ventana, una neblina púrpura que penetraba las paredes, lo podía sentir, los motores oxidados destilando agudos chirridos, la perpetua lluvia golpeando su cabeza, resonando en todo aquel lugar, mojando sus pensamientos, haciéndolos inútiles. Había algo que le preocupa, toma el té y mira la ventana nuevamente, allá, las nubes se alejan mirando desde lejos por la ventana de Candela, como su figura espera las burbujas de ruidos, esperando por explotar, flotando al su alrededor, como el polen en un jardín destruido, se ruboriza y murmura.
-Solo los idiotas ven el dedo que apunta al cielo.