lunes, 19 de abril de 2010

Ya fue

El camello de grandes jorobas llenas de arena y de un sol. La humedad de su boca es transitoria. A veces los zorros se acercan durante esta época donde el camello camina moribundo. En su pelaje torcido, duermen algunas garrapatas que no caen, a pesar de la sangre que se filtra en los cubículos de sus dientes.
Las repugnantes serpientes chisporrotean entre las patas del camello casi muerto, bajo el sol y la arena. Durante el último día de lluvia, su corazón se empezó a detener, la sangre siguió corriendo pero su cabeza permanece muerta. Demasiados rayos de sol lo dejo débil, con los ojos cansados y unas ganas de correr acompañando de la luna que apesta a queso rancio. Una voz tan bella le llego en forma de viento que le destruyo los oídos, le quito un ojo y sus dedos se cayeron. Luego una gran sonrisa lo sepulto debajo de la tierra, en donde los gusanos le diluyeron los huesos. Mientras que el pelaje se desprende de la carne, la membrana de las jorobas se abre y toda la arena y un inmenso sol se derrama a su vista. Las sombras de los buitres revolotean en la arena. Hace un gran intento para volver a guardarse la arena y el sol, pero sus dientes se les cayeron, agacha la cabeza y su corazón deja de latir. Dejo un mensaje. Ya fue, nadie mas puede volver a guardar los pequeños rayos de sol en algún lugar. Ya fue, por que solo el camello podía volver a guardarse todo ese sol y toda esa arena. Las sombras de los buitres se agrandan en la arena, y el sol permanece en el mismo lugar que ayer.

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